domingo, 6 de enero de 2013

PADRES Y DEPORTE

Padres y deporte

Cuando los padres se obsesionan con el rendimiento deportivo de los niños, los hostigan a entrenar y los reprenden cuando no obtienen óptimos resultados en las competencias. De esta forma, los beneficios de practicar una actividad física terminan jugando en contra del menor. El rol de los progenitores en estos casos es apoyarlos en su profesionalización deportiva.
La ecuación niños y deporte es sin duda positiva para su desarrollo. Los ayuda a socializar, a formar su personalidad y mejora su capacidad física, mental e intelectual. Si la actividad es competitiva y con miras a ser un deportista profesional los beneficios aumentan. Sin embargo, en el camino para lograr que un niño se convierta en un deportista de elite, surgen padres que se obsesionan con la idea de que sus hijos triunfen. Esto los lleva a presionarlos desde pequeños.

Fatiga y lesiones
Cuando hay presión, el hijo puede adoptar una actitud oposicionista hacia él negándose a entrenar correctamente, corriendo riesgos como sufrir lesiones, advierte, Alejandro Opazo, traumatólogo y director médico de Meds Sport.
"Durante el entrenamiento estos niños suelen realizar los calentamientos previos y elongación sin ganas y no ejercitan los gestos técnicos como se le está enseñando por falta de interés. Lo que en competencia es crucial para evitar lesiones en el niño y en sus compañeros",

Hijo campeón
Si un papá presiona a un niño deportista, argumenta Alicia Romero, es porque existe una contradicción en las motivaciones: "Hay padres que proyectan en sus hijos vivencias personales y frustraciones que desean reivindicar con sus triunfos deportivos. Pero puede que ese menor, en primera instancia, practique el deporte sólo para divertirse", señala la experta.
Antes de los 10 años, la recomendación es que la actividad física de un niño sea variada, no enfocada en un solo deporte, y con un fuerte carácter lúdico.

Papá entrenador
Según Aquiles Gómez, estos padres obsesionados con el niño y el deporte, caen en el error de tratar de ser los entrenadores de sus hijos, entorpeciendo su desempeño. Es el caso de Nicolás (11 años), una promesa del fútbol de un colegio de Viña del Mar, que era increpado por el padre cada vez que acaba un partido, a pesar de ser la estrella.
"Era duro ver al Nico recibiendo reproches y no felicitaciones por parte de su padre, mientras que nosotros abrazamos a nuestros hijos a pesar de que jugaban mal", recuerda Laura, mamá de un compañero de Nicolás.
Hay padres que se transforman en los partidos, les gritan a sus hijos, a los del otro equipo, sin medir lo que eso significa. "Los menores prestan más atención a los padres que al propio partido. Además le transmiten a sus hijos un modelo negativo de superar obstáculos, ya que no soportan que sus hijos pierdan", describe Gómez.
Otro error que cometen los padres, según Alicia Romero, es hacer del deporte de ese niño la actividad familiar y la exclusiva distracción del menor en su vida cotidiana. "Incluso el resto de los hijos deja de existir", asegura.


Medios y apoyo
Si el hijo tiene condiciones para practicar un deporte, el rol de los padres es facilitarle los medios para practicarlo (inscribirlo en un club, llevarlo a los entrenamientos, etc.) y acompañar su desarrollo hasta que sea profesional.
Estímulo positivo
Esto implica acudir a los entrenamientos y campeonatos, participar como observador y preocuparse de que el entrenador refuerce con frecuencia al hijo, lo motive y lo trate con agrado.
Control emocional
Como los niños deportistas tienden a ser competitivos, los padres deben actuar como un controlador de emociones, tales como la frustración, rabia y sensación de fracaso en los partidos, canalizándolas de manera positiva.

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